Archivo mensual: noviembre 2016

Gritos en silencio.

Gritos en silencio. Los niños de la guerra ya no lloran, los hieren y ya no lloran. Pierden una pierna, pero ya no lloran. Matan a sus padres, pero ya no lloran. Son como rotas marionetas que a poc…

Origen: Gritos en silencio.

Gritos en silencio.

Gritos en silencio.

Los niños de la guerra ya no lloran, los hieren

y ya no lloran.

Pierden una pierna, pero ya no lloran.

Matan a sus padres, pero ya no lloran.

Son como rotas marionetas que a pocos importan.

Ya no lloran,

su mirada se perdió en un lugar de su corto camino

donde nunca parece haber salido el sol.

Ya no lloran,

le robaron su infancia, su futuro, la ilusión

y ya no lloran.

No les queda nada y se miran tras el trueno

con cara extraña y una muy leve sonrisa nerviosa

porque están vivos. No, ya no lloran.

Han tomado por costumbre vivir con olor a muerto bajo los escombros, el andar descalzos y perdidos, el desfile de soldados por sus calles como si fuese el día de la independencia y el dormir bajo las estrellas.

Sus ojos han visto el infierno más terrible

y ya no lloran.

En otras partes del mundo los niños lloran

porque no quieren ir al colegio. Los niños de la guerra no tienen colegio por el que llorar.

Tenían un hospital donde sanar sus almas más que sus heridas

pero se esfumó con el viento convertido en cenizas

y ya no lloran.

Cada bomba, cada tiro, cada herida a mi me duele

porque no tengo un arca de Noé para salvar a todos

y los poderosos no están dispuestos a construirla.

Como me gustaría teñir el cielo con globos de colores

para que los niños de la guerra puedan llorar de felicidad.

Buscaría la nube de algodón más dulce y alta para soltarlos

para que así también los vieran los ángeles que volaron.

Los rojos llevarían amor. Los azules kilos de besos.

Los verdes rebosarían de esperanza y los morados

de abrazos. Los negros sólo llevarían sueños de chocolate y los celestes azucarillos de canela.

Los rosas tendrían caramelos de fresa y los amarillos de limón.

Los naranjas llevarían juguetes, los violetas ilusión. Los blancos serían los más brillantes y los llenaría de paz y libertad.

(Soñar despierta duele más)

No tengo poder para luchar.

No tengo un fusil con que ganar esta batalla.

No tengo más que mis palabras, y lágrimas que derramar

que poco valen.

No soy más que una mujer en este milenio deshumanizado del acero candente

que se siente cobarde e impotente por no tener un cañón que lance paz.

Los colores de la muerte se funden en mi retina.

Todo es rojo y negro.

Todo es fuego; miedo, soledad.

Todos corren sin tener un lugar donde correr

en esta pesadilla real.

No, los niños de la guerra ya no lloran.